En Estonia solo hay tres operadores de cajeros automáticos, y ninguno de ellos es independiente. El principal es Swedbank, seguido de SEB Pank y Danske Bank. Según el Banking Automation Bulletin de abril de 2018, el número de cajeros se ha ido reduciendo desde 2011, con una caída del 14 % en 2016. La caída se explica por la necesidad de los bancos de racionalizar los costes y por un aparente declive en las retiradas de efectivo, o al menos es la justificación que dan los bancos a este cambio.
Curiosamente, los datos revelan una tendencia diferente. A pesar del evidente crecimiento de los pagos sin efectivo en Estonia, donde las tarjetas de débito son, con diferencia, el método de pago alternativo preferido (el 82 % prefiere débito y el 17 % crédito), el efectivo continúa desempeñando un papel importante en el país báltico.
Las cifras hablan por sí solas:
La pregunta es, ¿cómo pueden defender los bancos los cierres de cajeros cuando los estonios siguen utilizando el efectivo a diario? La necesidad de racionalizar costes es indudablemente una razón legítima para desmantelar o trasladar ciertos cajeros a otras ubicaciones con un potencial de demanda más alto. En todo caso, el gobierno debería controlar que cualquier retirada de cajeros en el futuro esté justificada y no sea parte de un plan más amplio basado en intereses para hacer el efectivo menos accesible a los ciudadanos y, en consecuencia, imponer los pagos sin efectivo.