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La Moneda Digital Pierde el Rumbo

Categorías : El efectivo no requiere una infraestructura tecnológica, El efectivo permite una transferencia inmediata de valor
April 5, 2022
La idea de digitalizar el dinero ha resurgido cada diez años desde los años noventa, empezando por el dinero electrónico, seguido por el dinero digital y ahora por las monedas digitales de los bancos centrales. Pero los pagos digitales no requieren dinero digital, según Aleksi Grym.
Aleksi Grym
Head of Fintech and Principal Adviser at Bank of Finland

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Manuel A. Bautista-González (translation/traducción)

Ph.D. in U.S. History, Columbia University in the City of New York

Post-Doctoral Researcher in Global Correspondent Banking, 1870-2000 – Mexico and South America, University of Oxford

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Desde el día en que Internet pasó a formar parte de la vida cotidiana, la idea de poner dinero en línea para hacer pagos se ha presentado muchas veces. De hecho, la terminología de “moneda digital”, “efectivo electrónico” y “dinero electrónico” existe desde hace más de 30 años.

La idea es muy intuitiva. Cuando pagamos con dinero en efectivo, simplemente entregamos billetes o monedas a otra persona, que completa la transacción de pago. Así que es fácil evocar una imagen en la que tenemos una forma digitalizada de dinero en efectivo, y cuando pagamos en línea, enviamos billetes o monedas digitalizados a la otra persona.

Esta idea de digitalizar el dinero ha resurgido cada diez años aproximadamente. En la primera oleada, hace unos 30 años, el resultado fue la invención del dinero electrónico. Las primeras implementaciones del dinero electrónico fueron las tarjetas de valor almacenado o las tarjetas de prepago. El valor monetario se registraba en un chip informático incrustado en una tarjeta de plástico. La tarjeta podía recargarse en cajeros automáticos y los pagos podían realizarse en terminales de pago especiales. El Banco de Finlandia introdujo una de las primeras tarjetas de este tipo en el mundo, Avant, pero en otros mercados se desarrollaron muchos productos similares. Hubo tarjetas llamadas Mondex, Geldkarte y muchas otras. Ninguna de ellas existe hoy en día porque el concepto era defectuoso. Las tarjetas de crédito y débito resultaron ser mucho mejores.

Unos diez años después del dinero electrónico, a alguien se le ocurrió de nuevo la idea del “dinero digital”. Esta vez, en lugar de tarjetas de prepago, el dinero digital tomó la forma de criptomonedas (criptoactivos). Pero, al igual que el dinero electrónico, las criptomonedas también resultaron ser defectuosas. Tampoco llegaron a convertirse en un medio de pago ampliamente utilizado. Al igual que el dinero electrónico, son complicadas de usar y caras de operar. Las criptomonedas no han desaparecido; sin embargo, se popularizaron como una categoría de producto diferente. Viven como productos de colección o de inversión especulativa, pero no como productos de pago.

La tercera ola de dinero digital es muy reciente. Esta vez son los bancos centrales los que vuelven a plantearse la idea de digitalizar el dinero. Y de nuevo, las mismas ideas y soluciones exactas están sobre la mesa. Lo que ahora llamamos monedas digitales de bancos centrales (MDBC, o CBDC por sus siglas en inglés) es notablemente similar a lo que llamábamos dinero electrónico 30 años antes. Y el proyecto Avant del Banco de Finlandia es una prueba de que el mismo producto puede llamarse dinero electrónico en una época y MDBC en otra.

Estas tres generaciones de dinero digital pasan por alto un punto importante sobre la realización de pagos en un entorno digital: los pagos digitales no requieren dinero digital. La idea de realizar un pago enviando una versión digitalizada de monedas o billetes es demasiado simplista y nos desvía del camino.

Repito: los pagos digitales no requieren dinero digital. La idea genial de los pagos digitales es que podemos hacerlo sin digitalizar el dinero. Podemos mantener nuestro dinero tal y como es, físico, y seguir haciendo pagos en línea. Esa es la verdadera innovación, el momento de la lámpara prendida que todos los que trabajan en este espacio deberían experimentar.

Entonces, ¿cómo funcionan los sistemas de pago? En primer lugar, se necesitan bancos. Un banco es esencialmente un almacén de dinero. Ahí es donde se pone el dinero, y ahí es donde se queda. El banco salvaguarda el dinero y lleva la cuenta de cuánto tiene cada persona. Es una aritmética relativamente sencilla.

A continuación, necesitas un sistema de mensajería. Internet, por cierto, es fundamentalmente un sistema de mensajería. El sistema de mensajería permite crear mensajes de pago firmados digitalmente por el titular de una cuenta. Cuando el banco recibe un mensaje de pago, comprueba que es auténtico, es decir, firmado por el titular de la cuenta, y entonces ajusta las cuentas correspondientes. El dinero nunca sale del banco. Esa es la razón por la que no es necesario digitalizarlo.

Intentar digitalizar el dinero, llámese dinero electrónico, criptomoneda o MDBC, no mejorará el sistema de pagos. Ya funciona bien. No está roto. Por supuesto, puede hacerse más rápido, más seguro, más fluido y más automatizado, pero la lógica fundamental de su funcionamiento no cambiará. Cualquier intento de construir un nuevo sistema de pago basado en el “dinero digital” será menos eficiente, menos fácil de usar y estará destinado al fracaso.

Si hablamos de CBDC, podemos plantear la siguiente pregunta: ¿debe ser una institución pública la que opere el sistema de pagos, o debemos dejarlo en manos del mercado privado? Es una pregunta justa. Cada enfoque tiene sus pros y sus contras, pero se trata de una cuestión totalmente diferente. Muchas tecnologías y políticas pueden hacer que los pagos funcionen mejor, pero tratar de digitalizar el dinero es un error.

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