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No debemos perder la guerra contra el efectivo

Categorías : El efectivo es eficiente, El efectivo es empleado en un gran rango de transacciones, El efectivo es fácil de usar, El efectivo es un bien público
December 13, 2019
Kevin Dowd, profesor de Economía y Finanzas en la Universidad de Durham, ofrece su visión sobre el valor del efectivo en medio de una continua polémica por las diversas propuestas para abolirlo. Sean cuales sean los beneficios del dinero digital, este carece de ventajas importantes que el efectivo sí confiere.

Este artículo se encuentra disponible aquí. Fue publicado por primera vez por el Institute of Economic Affairs el pasado 14 de noviembre de 2019 y su autor es Kevin Dowd, profesor de Economía y Finanzas en la Universidad de Durham.

 

En los últimos años hemos sido testigos de la continua polémica sobre las diversas propuestas para abolir el efectivo.

La guerra contra el efectivo está siendo promovida por una alianza formada por grandes empresas de pagos digitales, por ideólogos del control y por bancos centrales.

Las empresas de pagos la apoyan por motivos comerciales: desean eliminar a un competidor, de manera que puedan incrementar las comisiones que aplican en las transacciones digitales. Estas empresas sostienen que el efectivo es ineficiente, pero dicho argumento pasa por alto unas ventajas del efectivo que el dinero digital no puede igualar. El efectivo es muy eficiente en las pequeñas transacciones. Los pagos en efectivo son inmediatos, flexibles y anónimos. El efectivo no necesita contraseña y no puede piratearse. La utilidad del efectivo no depende de la tecnología, que puede fallar, y en ocasiones lo hace, provocando enormes problemas.

Por ejemplo, en septiembre de 2017, el huracán María arrasó Puerto Rico. La tormenta dejó inutilizables las redes de suministro eléctrico; los cajeros automáticos y la verificación de tarjetas dejaron de funcionar, y la gente no podía comprar alimentos y otros productos necesarios con otra cosa que no fuera el efectivo. La Reserva Federal tuvo que fletar un avión cargado de una cantidad de efectivo no revelada  hasta la isla a fin de pagar las nóminas y evitar el desastre al agotarse el dinero en metálico. Tal y como señaló un observador, “en un mundo sin efectivo, más vale rezar para que no se corte el suministro eléctrico”.

En cualquier caso, si el efectivo fuese realmente ineficiente, no habría necesidad de abolirlo, ya que desaparecería de manera espontánea. El hecho de que el efectivo siga utilizándose ampliamente –según una estimación reciente, el efectivo se utilizó en el 85 % de las transacciones mundiales– indica que sigue teniendo una función útil.

El segundo grupo que promueve el fin del efectivo lo hace como parte de una agenda que aboga por un creciente control de los Estados. Según ellos, el efectivo debería abolirse porque los “chicos malos” –aquellos que blanquean capitales, los traficantes de drogas y los terroristas– lo utilizan. Es cierto, los chicos malos lo utilizan, pero todos nosotros también. ¿Deberíamos entonces perder las ventajas del efectivo para importunar a esos chicos malos que, sin lugar a dudas, cambiarían a otro medio de pago? Quizás no. Pensemos también en las consecuencias de este argumento: si debemos abolir el efectivo porque los chicos malos lo utilizan, este mismo razonamiento se aplicaría a todo lo demás que utilicen estas personas, incluido el dinero digital, cuyo uso para actividades delictivas es más generalizado que el propio efectivo.

 En todo caso, el efectivo no es tan práctico para las transacciones ilegales. Lo creamos o no, hoy en día, el medio ideal para el comercio ilegal de droga son las tarjetas regalo de Amazon, que tienen la ventaja del anonimato. “Si yo fuese un pequeño delincuente, pagaría todo a través de tarjetas regalo”, señala Garry Clement, exdirector nacional del programa Productos del delito de la Real Policía Montada del Canadá, quien señala que no deja ningún rastro en papel.

Para los delincuentes, el efectivo también tiene el inconveniente de que solo puede utilizarse a pequeña escala. En el caso de grandes cantidades de transacciones ilegales, es necesario utilizar medios digitales. Examinemos el reciente caso de blanqueo de capitales de Danske Bank, el mayor escándalo de este tipo que jamás se haya producido. En este caso estaba involucrado casi un cuarto de billón de dólares de dinero muy sospechoso procedente de Rusia y la antigua Unión Soviética, canalizado hacia el sistema bancario occidental delante de las narices de los principales bancos y los reguladores estadounidenses y europeos, que o bien lo facilitaron o bien miraron hacia otro lado.

Por tanto, para el delincuente tecnológico moderno de hoy en día, el efectivo está anticuado. Entonces, ¿qué sentido tiene abolir el efectivo mientras se dejan totalmente abiertos los principales canales para las transacciones ilegales?

El tercer grupo que promueve la guerra contra el efectivo son los bancos centrales. Con la caída de los tipos de interés, estas instituciones han visto notablemente reducida su capacidad para seguir bajándolos. La abolición del efectivo les permitiría subsanar esta limitación, de manera que podrían hundir los tipos de interés en el terreno negativo en sus esfuerzos para reactivar la economía. La cuestión aquí es que si los bancos centrales intentasen aplicar políticas de tipos de interés negativos sin abolir primero el efectivo, la gente cambiaría de forma masiva al dinero en metálico, y eso frustraría sus esfuerzos. Por tanto, sería necesario abolir el efectivo para obligar a la gente a asumir activos con tipos negativos.

Las políticas de tipos de interés negativos (NIRP) plantean numerosos problemas. ¿Por qué querría alguien prestar dinero a un tipo de interés negativo? ¿Por qué justificaría esto la guerra contra el efectivo? ¿De verdad queremos dar a los bancos centrales todavía más margen para experimentos monetarios potencialmente ruinosos?

Supongamos que la NIRP pudiese implantarse a un determinado tipo de interés negativo designado. En ese caso, los depósitos se gravarían anualmente a ese tipo, por lo que la oferta monetaria caería a una tasa similar. Por consiguiente, la NIRP supondría un impuesto sobre los depósitos y un descenso de la oferta monetaria, y los impuestos nunca sirven de estímulo. El peligro, por tanto, es que el ahorro y la acumulación de capital primero cesarían y después se contraerían, arrastrando a la economía hacia una espiral de la muerte.

Sean cuales sean los beneficios del dinero digital, este carece de ventajas importantes que el efectivo sí confiere. No obstante, el menor de los problemas es que la guerra contra el efectivo nos prive de esas ventajas.

Lo peor es que también socava nuestra privacidad al permitir que se rastreen todos nuestros gastos. Puede suponer la expropiación de grandes cantidades de patrimonio privado y exponernos a los riesgos de unos sistemas digitales que pueden fallar. En el peor de los casos, puede permitir que los bancos centrales hundan la economía y destruyan nuestras libertades civiles. Deberíamos defendernos y seguir gastando en efectivo.

Una versión más completa del argumento se incluye en el número más reciente de Economic Affairs.

This post is also available in: Inglés

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