En los últimos años, ha habido una intensa discusión sobre restringir o incluso abolir el uso de efectivo (Rogoff, 2016, Summers & Sands, 2016). Los defensores de medidas tan drásticas suelen referirse al hecho de que el efectivo se volverá obsoleto a medida que los pagos electrónicos adquieran cada vez más importancia. Sin embargo, el efectivo mundial en circulación ha aumentadop enormemente desde principios de la década de 1990 (ver Gráfico 1), y su tendencia de crecimiento se ha vuelto aún más pronunciada con el tiempo (Jobst & Stix, 2017; Bech et al., 2018; Shirai & Sugandi, 2019; Ashworth & Goodhart, 2020). Para las principales divisas, en las últimas décadas el crecimiento de las tenencias de efectivo incluso ha superado el crecimiento del PIB (véase Gráfico 2).
En la coyuntura actual, la pandemia de Covid-19 provocó un fuerte y excepcional aumento de la demanda de efectivo en todo el mundo a pesar de los esfuerzos del sector minorista, empresas de tecnología financiera (fintech), y la industria de las tarjetas de plástico, para convencer a los consumidores de que utilicen los pagos electrónicos de forma más intensiva (Beretta & Neuberger, 2020). Y, de hecho, en muchos países los pagos sin efectivo se utilizaron con más frecuencia en el punto de venta (Ardizzi et al., 2020, Caswell et al., 2020). En consecuencia, otros motivos para usar efectivo debieron haber compensado en exceso esta disminución en transacciones con efectivo.
El trabajo de Rösl & Seitz (2021) pretende proporcionar una visión más profunda de los motivos de la demanda de efectivo relacionados con la crisis, no solo a raíz de la pandemia de Covid-19, sino en tiempos de crisis en general. Además, también proporciona evidencia de un cambio de tendencia hacia la demanda de efectivo no transaccional a lo largo del tiempo. Los autores presentan evidencia descriptiva, gráfica y econométrica en un contexto internacional con énfasis en las divisas más importantes a nivel mundial (dólar estadounidense, euro, franco suizo, yen japonés, libra esterlina) y economías avanzadas. Los autores distinguen entre denominaciones pequeñas y grandes. También toman en cuenta la situación en algunos países en desarrollo (por ejemplo Egipto y Brasil) y, en menor medida, en aquellos en los que los pagos sin efectivo (cashless) se han generalizado (como Suecia).
A pesar del uso cada vez mayor de los pagos electrónicos en todo el mundo, la noción de que el efectivo pierde importancia puede refutarse claramente. El aumento observado en el efectivo mundial en circulación durante los últimos 30 años no puede atribuirse a las emisiones de efectivo de los países en desarrollo que podrían compensar en exceso una supuesta reducción de la demanda de efectivo en las economías más avanzadas tecnológicamente. Por el contrario, la evolución general estuvo fuertemente impulsada por los bancos centrales tradicionales de “monedas fuertes” en un entorno macroeconómico de tasas de interés e inflación decrecientes. Y especialmente las crisis severas han dado un estímulo adicional a la demanda de efectivo . Esto también ha ocurrido en los países escandinavos.
Por lo tanto, obviamente no importa qué tipo de crisis ocurran en el futuro. Los poseedores de dinero tienden a exigir más efectivo en crisis tecnológicas como el año 2000, así como en tiempos de incertidumbre sobre la estabilidad del sistema financiero (2008/9). Además, lo mismo ocurre con los desastres naturales como los huracanes y la actual crisis por la pandemia de Covid-19. Con respecto a los motivos detrás del aumento en la demanda global de efectivo, observamos un cambio en las transacciones hacia motivos de acaparamiento o almacenamiento de valor, especialmente en forma de billetes de gran denominación.
Sin embargo, hasta ahora, el aumento de la demanda de efectivo relacionado con crisis no ha modificado la tendencia en el efectivo en circulación. Queda por ver si esto también es cierto para la actual crisis de Covid-19. Los primeros análisis revelan que al menos los patrones de pago podrían haber cambiado permanentemente (Alfonso et al., 2021; Ardizzi et al., 2020; Jonker et al., 2020). En tiempos normales, algunos investigadores enfatizan la supuesta ineficiencia, inconveniencia y costos de la provisión de efectivo. Sin embargo, en el contexto de los resultados de Rösl & Seitz (2021), el efectivo parece desempeñar un papel importante en el éxito de la gestión de crisis.
La mera posibilidad de tener acceso a efectivo reduce la incertidumbre durante una crisis y puede interpretarse como un tipo especial de servicio público de seguros. Por supuesto, un seguro de este tipo ofrecido por los bancos centrales genera riesgo moral. Sin embargo, se debe tener una visión crítica de las sugerencias y acciones políticas que buscan restringir el uso del efectivo y hacer que el efectivo sea poco atractivo. Una vez que los pagos en efectivo alcanzan un nivel crítico más bajo, resulta poco atractivo para los vendedores minoristas aceptar efectivo y para los bancos proporcionar y recibir billetes y monedas en depósito. Un ejemplo alarmante en esta dirección es Suecia, que en los últimos años ya se acercó bastante a este umbral más bajo. Las últimas acciones de las autoridades oficiales para revertir esta tendencia hablan por sí solas (Ingves, 2020).