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Proporcionar valor: la utilidad social de los cajeros automáticos

Categorías : El efectivo es el primer paso hacia la inclusión financiera, El efectivo es también una reserva de valor, El efectivo es una red social, Sin categorizar
October 22, 2019
Etiquetas : Cajero automático, Cajeros automáticos, Disaster, Efectivo, Inclusión financiera
Los cajeros automáticos no solo proporcionan efectivo, sino también un valor que va mucho más allá de los billetes que entregan. Estas máquinas tienen un papel crucial en la reducción del riesgo de catástrofes, el alivio de la pobreza y la protección social. No obstante, podrían hacer todavía más.

En septiembre de 2019, Estados Unidos celebró el 50º aniversario de su cajero automático. Dos años antes, su predecesor británico había celebrado el suyo. Por extraño que parezca, estas dos conmemoraciones han pasado prácticamente desapercibidas; los medios a ambas orillas del Atlántico apenas se han hecho eco de este hito de la tecnología financiera.

Y resulta curioso, teniendo en cuenta que el cajero automático no solo es la primera solución fintech (tecnología financiera), sino que además tiene un valor social que va mucho más allá del efectivo que suministra. Al fin y al cabo, la llegada del primer cajero automático del mundo en el año 1967 cambió para siempre la forma de gestionar nuestras finanzas, nuestra manera de consumir y nuestra relación con el dinero. También transformó nuestras vidas al marcar el inicio de un nuevo período de posguerra en el que por primera vez teníamos que confiar en una máquina e interactuar con ella. A su manera, la aparición del cajero automático fue tan perturbadora como la irrupción del i-phone.

Entonces, ¿por qué una máquina tan icónica y transformadora está tan infravalorada?

¿Será por su aspecto? Puede que ese utilitarismo gris y metálico irradie una enorme fiabilidad, pero no resulta precisamente inspirador. No obstante, sospecho que más bien se deba a que nuestra actitud respecto al efectivo ha cambiado en un mundo cada vez más digital. Cabe preguntarse si nuestra preferencia por los pagos con móvil y tecnología contactless puede deberse a que vemos al cajero automático como una estilográfica en un mundo de pantallas táctiles, el legado pintoresco de una época ya pasada. Esto resultaría comprensible en sociedades con altos niveles de renta. Allí donde las infraestructuras en el punto de venta son sólidas, el suministro eléctrico es fiable y la seguridad está garantizada la apuesta por la tecnología digital estaría justificada desde el punto de vista de la comodidad y de los costes. Desde nuestra perspectiva de países ricos es fácil llegar a la conclusión de que el efectivo está perdiendo posiciones en el mix de pagos.

Pero esto no es así.

De hecho, no solo el Banco Mundial estima que casi una cuarta parte del PIB mundial (24 %) depende del efectivo, sino que un estudio reciente de la empresa de seguridad G4S llega a la conclusión de que el uso del efectivo en Europa, lejos de disminuir, está aumentando. Los datos son incluso más llamativos al otro lado del globo. Mientras que en Estados Unidos y Europa los cajeros automáticos desaparecen de nuestras calles, datos de Retail Banking Research, una empresa de análisis con sede en Londres, muestran que los cajeros automáticos en la región de Asia Pacífico crecen a una tasa anual de alrededor del 10 %.

En la lucha por hacerse con nuestro dinero digital, parece que se están olvidando de que existen grandes segmentos de la sociedad que desean seguir teniendo la opción de pagar en efectivo los bienes y servicios que adquieren. Los expertos en tecnologías digitales también parecen olvidar que el cajero es en sí una parte fundamental de la revolución digital, y que los canales de efectivo y digitales son complementarios y necesitan coexistir. En todas las sociedades, tanto ricas como pobres, el cajero automático es un canal digital fundamental. Desde Kentucky hasta Kenia, para los titulares de tarjetas de débito y los usuarios de teléfonos móviles no se trata de elegir entre efectivo y digital, sino de disponer de ambas opciones.

Pero hay algo más: el cajero automático no solo proporciona efectivo, sino también valor. Tiene un beneficio social que va mucho más allá del valor nominal de los billetes de banco que entrega. Y este beneficio es especialmente notorio en las zonas más pobres del mundo o en las sociedades que hacen frente a conflictos o a catástrofes naturales.

Utilidad social de un cajero automático

 

La utilidad social de un cajero automático en esos lugares se basa en una sencilla verdad elemental: el efectivo es sinónimo de confianza. Funciona siempre y no depende de redes de telefonía móvil, de complejas infraestructuras de pagos o de algoritmos.

Cabe destacar que el cajero automático también tiene un papel fundamental en la reducción del riesgo de catástrofes al potenciar la resiliencia entre las poblaciones perjudicadas, acelerar la recuperación económica tras una catástrofe, impulsar la inclusión social y aliviar la pobreza. Que una máquina tan sencilla pueda hacer todo esto sin que aparentemente nadie se dé cuenta explica en cierto modo por qué está tan infravalorada.

El cajero automático mejora de tres formas la resiliencia de las poblaciones que se enfrentan a catástrofes inminentes: En el caso de los huracanes o inundaciones, permite a la gente acumular billetes de baja denominación antes de que llegue el peligro y, en determinados casos, adquirir una póliza de seguros. Atender el aumento de la demanda de efectivo en los tres días previos al inicio de una catástrofe natural y hasta seis meses después de esta –y períodos mucho más largos en épocas de conflicto– se ha convertido en una responsabilidad fundamental de los bancos centrales para mitigar el riesgo de catástrofes. Cuando se pierden los documentos de identidad, los cajeros automáticos permiten transferencias de efectivo procedentes de las agencias de ayuda humanitaria, así como remesas del extranjero que pueden cobrarse en efectivo utilizando autentificación biométrica sin tener que pagar gastos exorbitantes en concepto de cambio de divisas y comisiones de intermediarios y sin asumir riesgos de fraude.

El cajero automático acelera la recuperación económica tras una catástrofe. Los cajeros automáticos de reciclaje de efectivo y que admiten depósitos lo consiguen porque mantienen la liquidez de la oferta monetaria; garantizan a los comerciantes que su dinero está seguro y, por tanto, pueden utilizarse para ampliar el crédito; y propician los efectos multiplicadores locales que, según el grupo de expertos británico Overseas Development Institute, aumentan el poder adquisitivo hasta 2,7 veces más que otras formas de desembolso de ayuda.

En términos de inclusión y cohesión social, el acceso a un cajero automático ofrece una libertad de elección, un sentimiento de dignidad, una autonomía y una autoestima que la distribución de donaciones en especie no puede proporcionar. El uso de tarjetas de débito de prepago –el canal que se prefiere actualmente para la asistencia humanitaria– ofrece la oportunidad de integrar a la perfección las entregas de efectivo a corto plazo con mecanismos de protección social a largo plazo dirigidos a los más vulnerables. Asimismo, tener la opción de utilizar efectivo protege a los beneficiarios frente a interferencias políticas y brinda la confianza de que la identidad personal no se verá comprometida. Estas limitaciones políticas son muy reales en el caso de un refugiado sirio que viva en Turquía o de un musulmán rohingya que en estos momentos se encuentre en Birmania. Asimismo, la capacidad de acceder al efectivo a través de un cajero automático empodera a las mujeres, que pasan a asumir papeles que hasta ahora desempeñaban los hombres. Incluso puede alertar de manera temprana de los brotes de enfermedades, utilizando el movimiento de billetes fuera de las zonas conflictivas conocidas como indicador para predecir la dispersión de personas que podrían estar infectadas.

Por último, el cajero automático juega un papel aún más crucial en los esfuerzos para combatir la pobreza a escala mundial. En África, India, China y gran parte del Sureste Asiático, el cajero automático es el principal canal para promover la inclusión financiera, una estrategia para incorporar al ecosistema financiero formal a las personas que no tienen acceso a los servicios bancarios o que están desatendidas desde el punto de vista financiero. Esa inclusión les permite actuar de forma activa para reducir su vulnerabilidad y exposición a los peligros naturales, por ejemplo, adquiriendo productos de seguros y suscribiendo microcréditos. En el caso de los préstamos, el cajero automático actúa cada vez más como baluarte frente al tsunami de endeudamiento producido por las aplicaciones de apuestas y préstamos, que permiten acceder fácilmente al crédito mediante dispositivos móviles.

Cuando los cajeros automáticos tienen enlaces con pantallas de vídeo o disponen de segundas pantallas también pueden utilizarse como herramientas educativas. En Katmandú, tras el devastador terremoto que sufrió Nepal en 2015, el gobierno utilizó los cajeros automáticos para explicar cómo reconstruir mejor tras la catástrofe. En India es habitual impulsar la alfabetización financiera explicando los costes y los beneficios de un producto o servicio financiero en concreto a través de los cajeros automáticos.

Dada la utilidad social de los cajeros automáticos en regiones como esta, evitar el acceso al mix de pagos solo servirá para aumentar el riesgo de catástrofes e intensificar la pobreza.

 

Accede al artículo original aquí y visita nuestra página Crisis y efectivo para tener una perspectiva más completa del entorno de pagos y la importancia del efectivo en situaciones de catástrofe.

 

© James Shepherd-Barron, agosto de 2019

James Shepherd-Barron, consultor independiente en gestión de catástrofes, es el fundador de la ATM Appreciation Society y autor del libro Hole in the Wall – Memoirs of a Cash Machine, la verdadera historia de la invención del cajero automático.

Para más información, envía un mensaje a: james@shepherd-barron.com

 

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